Del equilibrio que tanto se habla dentro de la naturaleza
hay mucho de cierto. Los organismos y especies que comparten un hábitat no se
relacionan por azar o casualidad. Todo tiene un motivo que permite desenvolver
acciones por el bien del ambiente. Bajo este argumento, nos corresponde a
nosotros permitir, conservar, y, en especial, no perturbar los roles que
cumplen los animales y plantas dentro de un ecosistema. Que nos veamos tentados
a querer manipular y acondicionar bosques, selvas, campos, playas, etc, incluso
con la intención de mejorar las posibilidades supervivencia de las especies,
puede resultan contraproducente en altísima medida.
Por supuesto, no se niega que nuestra
interferencia se verá obligada en la medida que acciones humanas previas hayan
provocado consecuencias negativas. En tal caso, reparar lo ocasionado por la
actividad humana debe estar orientado hacia la función que cada criatura tiene
en su entorno, sin querer beneficiar a unas u otras porque nos parece lo mejor.
Tampoco desear altear los espacios porque creamos que así podrán desplazarse y
moverse mejor. Mucho de limpiar los residuos abandonados debe haber, así como
limitar las posibilidades de encuentro entre los animales y las personas, para
que no exista un daño mayor.
Tomando en cuenta estas y muchas otras
medidas, podemos afincar un precedente a la hora de preservar grandes y puros
espacios naturales para el futuro.
Autor: Glenys Angulo